Simbiosis. Revista de Educación y Psicología, Volumen
4, No. 8, julio-diciembre 2024, ISSN-e: 2992-6904, Páginas
135 - 146
Burnout y salud
durante la pandemia: el caso de los docentes
en México
Burnout
and health during the pandemic the case of teachers in Mexico
Burnout e saúde durante
a pandemia: o caso dos professores no México
maricela.osorio@iztacala.unam.mx
https://orcid.org/0000-0001-7798-5301
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad
de Estudios Superiores Iztacala
México
https://orcid.org/0000-0003-3076-8603
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios
Superiores Iztacala México
https://doi.org/10.59993/simbiosis.V.4i8.56
Ensayo recibido
29 de octubre 2023 | arbitrado 12 de diciembre 2023 | aceptado
27 de febrero 2024 | publicado 01 de julio
2024
A todos los docentes que, con su dedicación y conocimiento,
iluminan el camino de la educación. Su labor incansable no solo forma mentes, sino también corazones y caracteres. Gracias
por ser no solo nuestros
maestros, sino también
nuestros consejeros, guías y
apoyo incondicional
El síndrome de burnout es definido como un síndrome psicológico derivado
de la exposición prolongada a
estresores interpersonales. Históricamente la literatura ha reportado que la docencia es una profesión
de alto riesgo y la emergencia sanitaria por
Covid-19, exacerbó esta condición. Por lo anterior,
el objetivo del presente fue describir las generalidades del síndrome de burnout y las implicaciones en la salud
de los docentes a través de una revisión de estudios publicados sobre la temática.
En ese sentido, en un primer momento se exponen las
características del síndrome, la naturaleza de la actividad docente y las implicaciones de la pandemia;
posteriormente se comentan hallazgos reportados sobre la temática
y se concluye acerca de cómo el síndrome afectó
a la salud de los docentes durante la pandemia, se destaca su labor en
dicho período y se avanzan
propuestas desde la psicología de salud para la prevención e intervención del síndrome.
Palabras clave: Burnout; Docencia; Estrés; Pandemia por Covid-19;
Psicología de la salud
Burnout syndrome is defined as a psychological
syndrome derived from prolonged exposure
to interpersonal stressors. Historically, the literature has reported that teaching is a high-risk profession and the
Covid-19 health emergency exacerbated this condition. Therefore, the objective of this article was to describe the
generalities of burnout syndrome
and the implications for teachers’ health through a review of published studies
on the subject. In this sense, at first the characteristics of the syndrome,
the nature of the teaching
activity and the implications of the pandemic
are presented; Subsequently, findings reported on the subject
are discussed and a conclusion is drawn about how the syndrome affected
the health of teachers during
the pandemic, their work in said period
is highlighted and proposals are advanced from Health Psychology for the
prevention and intervention of the syndrome.
Keywords: Burnout; Teaching; Stress; Covid-19 pandemic; Health psychology
A síndrome de Burnout é definida
como uma síndrome
psicológica derivada da exposição prolongada a estressores
interpessoais. Historicamente, a literatura tem
relatado que o ensino é uma profissão de alto
risco e a emergência sanitária da Covid-19 exacerbou esta condição. Portanto,
o objetivo deste artigo foi descrever as generalidades da síndrome de burnout e as implicações para a saúde dos professores por meio de uma revisão
de estudos publicados sobre o tema. Nesse
sentido, num primeiro momento são apresentadas as características da síndrome, a natureza da atividade docente e as implicações da
pandemia; Posteriormente, discutem-se
os resultados relatados sobre o tema e conclui-se sobre como a síndrome afetou a saúde dos professores durante a
pandemia, destaca-se o seu trabalho
nesse período e avançam-se propostas da Psicologia da Saúde para a prevenção
e
intervenção da síndrome.
Palavras-chave: Burnout; Ensino; Estresse; Pandemia do covid-19; Psicologia da saúde
El burnout es un síndrome psicológico derivado de la exposición prolongada
a estresores interpersonales crónicos
(Maslach et al., 2009), también es conocido como el síndrome de
estar quemado, de desmoralización o
de agotamiento profesional o emocional e implica el decremento en el cuidado y atención profesional (Osorio et al., 2020). El síndrome es más común en personas que trabajan con gente brindando asistencia; como profesionales del sector salud, educativo y prestación de servicios (Arias & Camacho, 2009; Bustamante et
al., 2016; Tapia, 2011; Forbes, 2011).
El síndrome trae consigo múltiples afectaciones a la salud de quien lo padece, el enfoque del presente trabajo se centra en los docentes debido a que la naturaleza de su trabajo los coloca en una posición de riesgo para desarrollarlo. Además, en el marco de la pandemia
por Covid-19, debido al cambio repentino de sus actividades de la modalidad
presencial a la modalidad a
distancia, se sumaron factores que potenciaron ese nivel de riesgo, por tanto, el objetivo del presente fue describir las
generalidades del síndrome
de burnout y las implicaciones en la salud de los docentes a través de una revisión de estudios realizados y publicados sobre la temática durante el periodo
de pandemia
Desarrollo del concepto Burnout
La primera evidencia registrada del síndrome de burnout es la expuesta
por Schwartz y Will (1953) cuando describieron actitudes
de distanciamiento,
agotamiento y desmotivación que desarrolló una
enfermera perteneciente a un hospital
psiquiátrico hacia sus pacientes; aunque, fue hasta 1974 cuando a este conjunto de síntomas se le denominó “burnout” (Freudenberger, 1974).
El término fue utilizado por el psiquiatra Freudenberger para describir el conjunto de síntomas
que desarrollaron los trabajadores en una clínica
de desintoxicación al cabo de un año de sus observaciones; estos síntomas incluyeron pérdida de energía y motivación que provocaron sentimientos de intolerancia e ira hacia los pacientes
e incluso síntomas físicos
como dolor de cabeza y desórdenes gastrointestinales. En ese momento, el burnout fue definido
como un síndrome de carácter clínico como consecuencia
de las características personales de los
profesionales ya sea por su estilo de vida o por diversas propensiones individuales.
Posteriormente, Cristina Maslach (1976) desarrolló investigaciones relacionadas con el síndrome, descubrió y dedujo
que el burnout no
era exclusivo del personal médico sino de cualquier profesional que prestaba servicios a otras personas; la
definición que propuso fue: “respuesta de estrés crónico formada por un síndrome de
cansancio emocional, despersonalización y baja realización personal
que puede ocurrir
en individuos que trabajan con otras personas” (Maslach, 1982, p.2). Comentó además
que, si bien era más probable en personal
que atendía situaciones problemáticas o de preocupaciones intensas, también podría presentarse en otras profesiones, por ejemplo, oficinistas, militares, gerentes, deportistas, entre otros (Maslach et al. 2001). Además,
reestructuró el enfoque hacia un
proceso, más que un estado, relacionado con variables
externas y no solo por una predisposición del individuo.
Como se mencionó anteriormente, el síndrome de burnout está conformado
de tres dimensiones: cansancio emocional (CE), despersonalización (DP) y baja realización personal
(RP) (Maslach, 1982).
El componente central
del síndrome y el más evidente es el CE, el cual hace referencia a la
sensación de estar sobrepasado por las demandas del trabajo y, en consecuencia, sentir que los
recursos, físicos y psicológicos, con los que se cuenta no son suficientes. De este modo, el individuo se encuentra
en un estado de debilidad,
sobreesfuerzo físico, cansancio, impotencia, sentirse exhausto y/o
fracasado, sin energía,
con la sensación de “ya no poder más”.
Por otro lado, la DP, es caracterizada por
el desarrollo
de actitudes negativas, de
insensibilidad y distanciamiento hacia los receptores del
servicio, los compañeros o la institución. Maslach et al. (2001) afirma que la despersonalización está directamente
relacionada con el cansancio emocional pues al estar agotados, los
individuos ponen una barrera entre ellos y los demás, ignorando
cualidades individuales y percibiéndolos como objetos más que como personas,
de este modo resulta más fácil manejar las demandas
del trabajo pues se actúa de manera
distante e impersonal.
Ahora bien, la baja realización personal
está relacionada con las dos dimensiones anteriores; a este respecto,
se comenta que tienen una relación
compleja pues en algunas ocasiones se presenta
en función de ellas y en otras se desarrolla paralelamente. La baja realización
personal hace referencia a sentimientos de frustración y actitudes negativas hacia los resultados del trabajo, el individuo comienza a sentirse inútil para realizar
las tareas básicas de su labor, no se
siente realizado con las perspectivas, ni con las metas establecidas para seguir laborando, e incluso se puede llegar
a cuestionar si continúa
en el trabajo o si sería mejor abandonarlo, ya que no perciben los resultados esperados (Rivera et al., 2018).
Las tres dimensiones mencionadas, tienen repercusiones en la salud tanto física como psicológica de quienes lo padecen. Dentro
de las implicaciones físicas
o fisiológicas se incluyen dolor de cabeza, insomnio, fatiga crónica, cansancio excesivo, taquicardias, aumento de la presión arterial, úlceras o desórdenes gastrointestinales como
gastritis y diarreas, dolores
musculares de espalda y cuello, disminución de la energía, afectaciones en el sistema respiratorio e incluso – en las mujeres-
pérdida de ciclos menstruales (Esteras et al., 2018).
En cuanto al área emocional, se puede presentar tendencia a la irritación, sentimientos de tristeza, soledad, miedo, fracaso e insuficiencia, también
se disminuyen los niveles de autoestima, se generan sentimientos de apatía, hostilidad, cinismo, disminuyen
los niveles de autoeficacia, actitudes negativas
hacia todo lo que está a su alrededor, frustración, se puede desarrollar ansiedad, depresión e incluso pensamientos suicidas (Esteras et al., 2018). Además, se destacan la falta de planes, metas y expectativas, pérdida de la
creatividad, pérdida de los valores
iniciales que guiaron el trabajo, baja concentración, baja tolerancia a la frustración, pérdida de la motivación, disminución de la capacidad de atención, afectaciones a la memoria, modificación del autoconcepto, entre otros.
En el ámbito conductual, se desarrollan comportamientos como absentismo laboral,
disminución del desempeño en
sus tareas (calidad y/o cantidad),
desorganización, aislamiento, consumo de sustancias -como cafeína, alcohol, tabaco y otras drogas-.
También se pueden presentar cambios de
hábitos alimentarios, conductas agresivas y violentas, utilización de un lenguaje soez,
distanciamiento hacia las personas con las que se trabaja
y los compañeros. Por supuesto,
estos comportamientos tienen repercusiones en el área social del individuo: comienzan
a existir problemas interpersonales
con los compañeros de trabajo, las personas a las que se les brinda el servicio e incluso la
familia y los seres cercanos (Maslach et al., 2001).
De este modo,
se puede ver que las implicaciones del síndrome pueden llegar a ser desfavorables, pero es importante recalcar que la sintomatología resulta ser distinta en cada caso y depende también de las
condiciones y demandas del trabajo y las circunstancias personales
de los individuos.
Existen ciertos factores de riesgo que propician el desarrollo del burnout, el
principal de ellos es el estrés, el
cual es definido por Lazarus y Folkman (1991) como “una relación particular entre el individuo y el entorno que es evaluado por
éste como amenazante o desbordante de sus recursos, y que pone en peligro
su bienestar” (p.43).
La exposición prolongada y
constante al estrés resulta un
punto clave para el desarrollo del síndrome debido
a que se agotan progresivamente los recursos percibidos
del individuo. Existen variables
laborales que determinan el nivel de estrés y que por lo tanto pueden
ser factores que aumenten la probabilidad de padecer burnout, Esteras
et al. (2018) clasifican dichas
variables en aspectos como: los contenidos del trabajo, la desorganización laboral por parte de la institución donde se trabaja,
demandas administrativas, condiciones físicas no apropiadas, escasez de medios
materiales para realizar el trabajo, inseguridad laboral, salarios bajos, estilos de dirección inapropiados, entre otros.
Por otro lado, existen variables sociodemográficas asociadas a la presencia del burnout. La edad se muestra
como una variable mediadora debido a que el síndrome se presenta en trabajadores más jóvenes (Maslach & Leiter,
2017). Al respecto, Esteras
et al. (2018) hipotetizan que “los años de
experiencia y la madurez
que dan los años contribuye de manera significativa aafrontar con mayor eficacia las tensiones laborales” (p.72). El sexo también ha sido una variable moduladora pues se han encontrado diferencias en las dimensiones del síndrome con respecto
a esta variable; mientras las mujeres presentan mayores niveles de
cansancio emocional que los hombres, éstos último suelen presentar niveles elevados de despersonalización (Maslach & Leiter, 2017).
La Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2016) clasifica algunos otros
factores en 5 categorías relacionadas con la naturaleza del trabajo que se realiza:
del entorno y del puesto
de trabajo, organizativos, relaciones en el trabajo, seguridad en el empleo y desarrollo de carrera profesional y carga total del trabajo. Además de lo anterior,
la doble jornada o presencia, tiene que ver con las actividades que se realizan en el hogar y que implican más horas de trabajo aun cuando la jornada laboral ha terminado (Walter
et al., 2021). Considerando lo mencionado hasta el momento,
históricamente la literatura ha reportado que la profesión docente tiene
variables contextuales que la hacen una profesión con riesgos latentes, que pueden llegar a favorecer el desarrollo del síndrome.
El trabajo docente es uno de los
protagonistas en los procesos de desarrollo y transformación de las sociedades (Nieva & Martínez,
2016). Para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2019) “los
docentes representan una de las fuerzas más sólidas e influyentes con miras a garantizar la equidad,
el acceso y la calidad de la educación. Ellos son la clave del desarrollo mundial
sostenible”. La docencia es entonces una relación entre
personas y conocimientos, tanto maestros como alumnos
se relacionan con un saber
culturalmente organizado que la
escuela propone de manera
institucionalizada para el desarrollo de las nuevas generaciones, a través de una intervención sistemática y planificada. En ese sentido,
los maestros como sujetos que participan en dicha relación
son los encargados de guiar a los
educandos durante todo el proceso de
enseñanza- aprendizaje.
Dentro de la labor docente,
se pueden destacar distintas actividades que son inherentes a la misma, como la planeación de las
actividades, la organización de la
clase, la atención directa al alumnado, la evaluación del aprendizaje, actividades administrativas del centro de trabajo, gestión de los recursos
materiales, realizar trámites burocráticos como actas y reportes
(García, 2018).
Además de lo anterior,
los docentes tienen responsabilidades en su formación continua de parte de las instituciones a las que pertenecen, ya sea a nivel local, de zona, estatal o federal. Por ello, participan en cursos de actualización, de profundización de conocimientos, de mejora
de habilidades didácticas, entre otras. En ese sentido, los profesores también deben estar en contacto con colegas
para compartir estrategias, conocimientos y recursos que mejoren su desempeño en el aula (Basto,
2017).
Otra de las actividades que los maestros llevan a cabo se centra en el diseño, creación, modificación, mejora y adaptación de los materiales curriculares a través de la investigación del estado del arte de la materia, las exigencias de los alumnos, los recursos con los que se cuenta, las estrategias
eficaces y el uso de las TIC (Galvis
et al., 2021). Es importante mencionar
que las actividades antes expuestas son las que, de manera general,
un docente realiza, pero cada centro de trabajo, modalidad de
enseñanza, condiciones e incluso el
nivel en el que el docente imparte clases,
poseen exigencias diferentes y específicas. Un
ejemplo de ello es que en el nivel básico de la educación
(preescolar, primaria y secundaria)
los maestros desarrollan actividades con los padres o tutores de los alumnos
como proporcionar información periódica sobre el proceso de aprendizaje de los estudiantes y
la orientación para cooperación en el proceso de este.
Además de las actividades que los
profesores realizan, existen ciertas
exigencias o requisitos que la
sociedad les ha impuesto. El maestro debe ser
tolerante y paciente con sus alumnos, padres de familia e institución, debe ser condescendiente y flexible, además debe tener la capacidad
de adaptarse fácilmente tanto a sus alumnos, como a
los cambios curriculares y sociales. Sumado a lo anterior, el docente debe también estar al tanto de los últimos avances científicos de las distintas áreas del conocimiento, debe imponer orden y respeto en el salón de clases, pero a su vez debe tener afecto,
comprensión y sentido
del humor con sus alumnos
(Osorio & Prado,
2021).
Ahora bien, además de los factores mencionados, recientemente se presentó
una situación sin precedentes que afectó a toda la población: la pandemia por
Covid-19. El 31 de diciembre de 2019,
en Wuhan provincia de Hubei China se reportaron los primeros casos de una “neumonía vírica”, que posteriormente
se denominó Covid-19, provocada
por
el coronavirus SARS-CoV-2 (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2021). La enfermedad se extendió a todos los continentes por lo cual se declaró
pandemia y comenzaron a ponerse en marcha medidas urgentes y agresivas contra esta enfermedad (OMS,
2021). En México
se detectó el primer caso positivo en febrero de 2020, y a partir de marzo del mismo año el Gobierno Federal implementó medidas para combatir la propagación del virus (Alcocer et al., 2020).
En ese sentido, para controlar la propagación de la enfermedad, los gobiernos impusieron cuarentenas obligatorias en sus territorios y
prohibiciones de viaje a otros países, a una escala sin precedentes, así como el cierre
de múltiples fronteras. Las medidas sanitarias como el uso de cubrebocas, lavado de manos
constante, uso de gel antibacterial, etc., se volvieron cada vez más estrictas.
Por su parte, las escuelas de todos los
niveles educativos permanecieron cerradas por más de dos años, dando como resultado
que miles de estudiantes y docentes realizaran sus actividades de manera
remota a través
del uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC);
de manera general,
muchas personas comenzaron a trabajar
desde su propia casa. A su vez, el impacto en la economía fue alarmante, sobre todo en los países en desarrollo
como México, los recursos destinados
al sector de la salud se vieron sobrepasados, y muchas personas fueron despedidas de sus trabajos, bajando o
eliminando el ingreso familiar promedio,
empresas cerraron
o cayeron en bancarrota, etc. lo que generó un panorama de incertidumbre y constante cambio (Cabezas, 2020; Cuero, 2020).
Como resultado de dichas medidas, los cambios en la vida cotidiana y planes a futuro, así como la pérdida de seres queridos
en situaciones de aislamiento, generaron síntomas psicológicos como ansiedad y depresión (Huarcaya-Victoria, 2020; Ozamiz-Etxebarria et al., 2021). De igual forma se reportaron niveles altos de estrés puesto
que la pandemia en sí fue un
acontecimiento estresante para todos. Abonando a la crisis sanitaria, se encontraron otros factores estresantes como la duración de la cuarentena, el aburrimiento, insomnio, la ira y frustración; además
de las repercusiones en el ámbito
económico y cambios
en las condiciones laborales
(Ferrer, 2020; Medina & Jaramillo-Valverde, 2021; Sandín et al., 2020).
Una de las actividades con mayores repercusiones fue la docencia, en México ya que más de 30 millones de estudiantes y profesores de diferentes
niveles educativos, tuvieron que
acatar la suspensión de actividades y
el aislamiento social pasando de la modalidad
presencial de enseñanza a la modalidad
a distancia (Alcocer et al., 2020) a lo que Hodges et al. (2020) denominaron «enseñanza
remota de emergencia». En esta
situación, todos los docentes convirtieron diferentes espacios de sus hogares en aulas improvisadas, al tiempo que, se
adentraron en el entorno de las tecnologías educativas y en el
manejo creativo del material didáctico al que
pudieron acceder. Esta emergencia además puso de manifiesto las carencias y desigualdades tanto en la disponibilidad de recursos como en la preparación de administradores, profesores y alumnos para transitar hacia las modalidades de la educación a
distancia (Villegas et al., 2022).
De esta manera, las medidas tomadas en la pandemia aceleraron la digitalización del
sector educativo, obligando
a los profesores a adaptarse a las nuevas tecnologías, adecuar y desarrollar nuevas estrategias para continuar con su labor
docente (Sánchez et al., 2020),
lo cual, según algunos estudios, implicó
un incremento en la carga de trabajo
(Manzanilla et al., 2020; Ortega, 2021).
Como ya ha sido evidenciado, los profesores antes de la declaración de esta emergencia de salud mundial,
tenían alto riesgo de desarrollar burnout debido a las actividades implícitas a su labor, como
se mencionó anteriormente: la planificación de la enseñanza
y organización de la clase,
atención directa al alumnado, evaluación del aprendizaje y la enseñanza,
actividades institucionales,
formación continua, expectativas sobre su labor, relación interpersonal
con alumnos, doble jornada, constante
actualización, entre otras a las que se les sumó el cambio en la modalidad de trabajo.
Si bien, antes de la pandemia, el burnout en docentes
había sido ampliamente estudiado (Arias et al., 2019; Castillo et al., 2020; Correa-Correa, 2012; García-Carmona et al., 2019; García et al., 2016, Ibarra et al., 2019; Rionda-Arjona, & Mares-Cárdenas, 2012; Rivera et al., 2018; Schaufeli, 2005; Zavala,
2008), las investigaciones
del síndrome durante las clases en línea resultan
importantes pues las exigencias de esta nueva modalidad en los diferentes niveles educativos
-como se mencionó-
pusieron de manifiesto la inexperiencia y la necesidad
de capacitación de los profesores para preparar, organizar e impartir clases vía remota (Gómez-Domínguez, et al., 2022), así como desarrollar
los mecanismos necesarios para
apoyar a los alumnos
(Cevallos et al., 2021; Galvis et al., 2021; Hyseni & Hoxha, 2020), lo que potencialmente significó cambios en la prevalencia del burnout.
Respecto
a los estudios sobre el síndrome realizados durante la pandemia por
Covid-19 y las clases en línea,
se encontraron hallazgos interesantes que reflejan la complejidad del fenómeno pues de
acuerdo con diversas variables, el síndrome se
presenta diferenciado (Infante et al., 2021; Martelo et al., 2021;
Vargas & Oros,
2021)
En cuanto al sexo, se observaron
diferencias significativas en el cansancio
emocional en el trabajo de Cheptea et al. (2021) y Ruiz (2022) mientras que en lo
reportado por Bohâlțeanu (2021), Giler-Zambrano et al. (2022), López y Zacarias (2020),
Pillaca (2021) y Sánchez-Pujalte et al. (2021)
no se encontraron estas diferencias.
Por otro lado, en la despersonalización, los hombres tuvieron niveles significativamente
más altos que las mujeres
(Cheptea et al., 2021; Pillaca, 2021; Sánchez-Pujalte
et al., 2021), excepto en el estudio de Bohâlțeanu (2021). Por último, en el área de realización personal, Sánchez-Pujalte et al. (2021) encontraron que las mujeres tienen niveles más altos, mientras que Pillaca (2021) y Bohâlțeanu (2021) no encontraron diferencias, en contraste Cheptea et al. (2021)
reportó que las mujeres tuvieron niveles más bajos que los hombres.
En cuanto a la edad, Camacho et al. (2021) encontraron que los docentes
menores de 40 años
presentaron niveles más bajos de cansancio emocional,
contrario a lo que reportan Camacho y Mayorga (2020).
Por otro lado, el nivel educativo en el que imparten
clases según Pillaca (2021) no representa diferencias significativas
en las tres dimensiones; con relación
al estado contractual de los profesores, Cortéz et al. (2021) reportan diferencias significativas en el
cansancio emocional, es decir, los profesores con interinato presentan niveles más altos que los que cuentan con una plaza fija, mientras
que Giler- Zambrano
et al. (2022) reportaron que no hay diferencias
significativas de acuerdo con el tipo de contrato.
A lo largo del presente
trabajo se han expuesto las características e implicaciones del síndrome de burnout, así
como los factores de riesgo. De este
modo, se describieron las circunstancias que
señalan a los docentes como una de las poblaciones
más expuestas a desarrollar el síndrome por las múltiples actividades
que realizan. Aunado a esto, la
pandemia por Covid-19 se sumó a las variables
de riesgo porque debido al cambio de modalidad de enseñanza
surgieron exigencias y nuevas maneras
de realizar las actividades docentes;
de este modo, diversas investigaciones
mostraron evidencias de la prevalencia del burnout en dicha población.
Con base en lo expuesto
hasta el momento,
se puede concluir
que el síndrome de burnout tiene repercusiones importantes en la salud de quien lo padece
pues todos los síntomas afectan
la vida cotidiana, y en ambientes laborales, tiene consecuencias en el desempeño de los
individuos y su relación con los compañeros de trabajo. Especialmente los docentes tienen riesgos elevados de padecerlo debido
a sus actividades y demandas. Además, se ha evidenciado la prevalencia en dicha población antes y durante
la pandemia que trajo el cambio
de modalidad de presencial a distancia; por lo que se sugiere evaluar el impacto de la postpandemia en ellos, para diseñar estrategias de intervención que impacten
en dicha población.
De manera general, se propone visibilizar
el síndrome pues existe poca información diseñada para que llegue a quienes pueden padecerlo y puedan estar atentos a las señales de alarma. Además, se reconoce que los docentes actuaron con los
recursos que tuvieron a la mano y aprendieron, sobre la marcha,
nuevas habilidades para el
cumplimiento eficaz de su trabajo.
Es por ello que, se resalta el esfuerzo e interés de
estos profesionistas en el sostenimiento del sistema educativo del país, aún en condiciones adversas
como el confinamiento, las problemáticas reportadas y las características particulares de cada profesor
durante este período.
Específicamente desde el área de la psicología de la salud es necesario realizar actividades de prevención e intervención del burnout en beneficio
de la salud de los
individuos, pero sin duda alguna, también se
debe fomentar la implementación de políticas
públicas de salud que impacten favorablemente a las poblaciones en riesgo pues como se evidencia en este texto, la mayoría de los factores que pueden exacerbar el estrés en esta profesión, son de índole
organizacional -institucional.
Conflicto de interés: las autoras declaran que no existen conflictos de interés.
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